“Me vuelvo antes, Señora”: carta a Cristina Fernández de Kirchner
(El caso de Elías Pregno, becado, sin euros e invitado a comprar blue)
Publicación original en Tribuna de Periodistas, 16 de febrero de 2013
Señora Presidenta de la nación argentina, Cristina Fernández:
Si bien no soy una persona tan ocupada como usted, no es baladí apuntar que tampoco me sobra el tiempo.
En
atención a ello, y a que no es mi estilo incurrir en falsificaciones,
ahorraré en fórmulas protocolares que describen presuntos estados
anímicos, en apariencia, tributarios del mero hecho de dirigirle una
esquela. Asimismo, temo que la destemplanza espiritual que por estos
días me asalta impídame observar el trato respetuoso que su investidura
impone.
Concluyo
este breve introito haciendo notar que inscribo la presente como una
cabal materialización del legítimo ejercicio de un derecho, cual es el
de peticionar a las autoridades; sin embargo, advierto cierto
funcionamiento paradojal en la dinámica de esta misiva, toda vez que
escribirla y hacérsela llegar informa mi propio débito ciudadano, puesto
que lo que me urge pedirle es: reflexión.
Por si su grupo de colaboradores no le comentó mi caso, le cuento que soy el muchacho al que ganar una beca le significó un problema; se lo resumo sucintamente.
Mi
nombre es Elian Pregno, tengo 32 años de edad y soy abogado, no exitoso
pero sí apasionado con la vocación que desde muy temprano me abrazó: la
docencia, aunque sé que se trata de un menester que no goza demasiado
de su aprecio, a juzgar por sus propias palabras hace poco menos de un
año.
Promediando
2012, se me comunica que el Instituto Internacional de Sociología
Jurídica (en adelante, IISJ), había resuelto otorgarme una beca de
residencia para una estancia de investigación en la sede que la entidad
tiene en Oñati, un bonito pueblo de estética medieval situado en la
provincia de Gipuzkoa, en el País Vasco.
Quiero
poner énfasis en el prestigio de la institución anfitriona, en tanto y
en cuanto es un centro de referencia para la disciplina que allí se
cultiva.
Las
condiciones de la adjudicación dejaban a salvo que el IISJ sólo
correría con los gastos de alojamiento, y que no estaban alcanzadas las
erogaciones en concepto de traslado y manutención; a esos efectos, se
esclarecía que la beca tendría una duración máxima de tres meses y debía desarrollarse entre octubre de 2012 y marzo de 2013.
En esa inteligencia, solicité —y obtuve— para esos rubros, un subsidio
de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires, donde me
desempeño como investigador y profesor de grado y posgrado, y así
cumplir con el plan de investigación durante los dos primeros meses del
año en curso.
Conforme
las estipulaciones de la Administración Federal de Ingresos Públicos
(AFIP), esto es: con billete aéreo en mano y siete días antes del viaje,
solicité a través del sitio web de la agencia recaudadora la
autorización pertinente para la compra de moneda extranjera.
Inmediatamente después, lucía al pie de la pantalla siguiente una leyenda: “Sr.
contribuyente: conforme a la información obrante en nuestras bases de
datos, su solicitud no es compatible con su capacidad contributiva”. Esa respuesta se mantuvo hasta el día mismo de mi partida, el 15 de enero del corriente.
Fui
personalmente tres veces a la AFIP y redacté de puño y letra una nota
al titular del organismo, elevándole la totalidad de la documental que
respaldaba mi pretensión. Ninguna de las gestiones valieron para
convertirme en un abogado exitoso; de hecho, en el expediente
administrativo que se inició con mi presentación manual espontánea del
11 de enero de 2013, no ha recaído todavía resolución alguna. Ironía
burocrática mediante, además de sugerirme que compre “lechuga”, me hicieron notar que mi pedido estaba muy próximo a la fecha de embarque (?). ¡Cómo si de mi dependiese! En fin…
Hasta
aquí, los acontecimientos que, como podrá apreciar, la contradicen
ampliamente en cuanto a su declamada inexistencia del “cepo cambiario”.
El
devenir de los aconteceres, señora, suele ser muy poco afecto a la
obediencia, aunque la voz de mando sea la del más cruel de los tiranos.
Ese, es un punto de vista; en efecto, es el que usted sufre
habitualmente al constatar la trágica rebeldía en al que incurre la
realidad frente a las órdenes que le imparte desde su enmarfilada torre
de control. Pero hay otro, también muy plausible, y es el que sostengo
desde hace un tiempo a esta parte: usted, señora, miente.
Miente
con descaro ante la mirada atónita de un mundo que no comprende la
historia pre-fabricada que usted trafica. Claro, tratándose de una mujer
de poder, no le cuesta hacerlo. Y qué cosa es el poder sino mentir, que
los interlocutores conozcan de la mendacidad de las palabras y, aún
así, creerlas; más todavía, a usted, señora, la aplauden y la vivan, aún
cuando la bocanada se dirige a infundir pavura en sus oyentes.
En
tanto, la mentira genera un efecto derrame hacia el conglomerado social
que vuelve en alucinación. La Argentina, señora, ha ingresado en un
peligroso estado de alucinación en el que se ve lo que no ocurre y se
ciega ante lo que sucede.
Ciertamente,
reconozco entre sus adláteres a concienzudos gramscianos, desde que han
logrado apoderarse de la intelectualidad para forjar un relato. Ese
relato, señora, edita el pasado para forzar el presente y asegurar el
futuro.
Ese
efecto alucinógeno resulta alienante. Y sólo una nube de conciencias
eclipsadas explica que usted pase inadvertida ante gran parte de la
sociedad.
El
estado de enajenación que usted promueve, señora, facilita la inercia
ante el gobierno más autoritario que haya conocido la recuperada
democracia argentina.
Nunca
antes un Ministro de Justicia había quedado al borde del desacato sin
sufrir consecuencias. Nunca antes el Consejo de la Magistratura había
menoscabado tanto al Poder Judicial. Nunca antes se había desconocido al
Presidente de la Auditoría General de la Nación. Nunca antes habíamos
tenido un uso notarial del Parlamento. Nunca antes un Jefe de Gabinete
había insultado a los miembros de un Tribunal de Alzada. Nunca antes se
había apañado el accionar violento de un Secretario de Comercio. Nunca
antes un Ministro de Planificación había aplaudido a un Secretario de
Transporte, responsable de tener ante sí 51 ataúdes. Nunca antes un
Viceministro de Economía había menospreciado públicamente la seguridad
jurídica. Nunca antes habían desaparecido expedientes de la Inspección
General de Justicia que comprometiesen la transparencia financiera del
Vicepresidente de la Nación. Nunca antes el Presidente de la República
había amedrentado ciudadanos por Cadena Nacional.
¿Y
sabe qué es lo más grave, señora? Que hacerse “el compadrito” con quien
no puede defenderse es una canallada; es tan vil como si, por ejemplo,
el primer mandatario de un país visitase alguna de nuestras
universidades —pongamos por caso, la UNLaM— y ningunease a los
estudiantes. Esa es una actitud patotera que usted, señora, como yo y
muchos más, seguramente reprobamos.
A
su tiempo, como los inviernos en Oñati son muy lluviosos, no me cuesta
despuntar el hábito de la escritura (también el de la lectura), pero no
me olvido del temita de los euros que su gobierno arbitrariamente no me
vendió, justamente por el cual molesto su amable atención. Retomo,
entonces, el hilván.
Los
pocos dólares que pude reunir me alcanzaron para convertirlos en la
suculenta suma de ciento cincuenta y ocho euros (€ 158,00).
¿Qué le parece? Nada mal, ¿eh? Si no fuera porque con ellos debí
ingeniármelas para subsistir durante dos meses a unos quince mil
kilómetros de mi casa. Le confieso que, por momentos, la tesitura de su
gobierno, autocrática y carente de argumentos, me hizo pensar en
desistir del emprendimiento. No le voy a mentir, señora, cada vez que
fantaseaba con la idea de estar en Europa, sin dinero, experimentaba
algún grado de inseguridad; “una sensación”, como usted y los suyos
gustan decir. Más pude reaccionar a tiempo y me vine igual, con esa
enjundiosa suma de dinero y mis tarjetas de crédito.
Ahora
bien, en torno a esto último, he pensado una serie de preguntas que
quisiera formularle. Las hago públicas con la intención de que alguien
se las traslade, en mi nombre, durante su próxima conferencia de prensa.
Aquí van:
1) Aunque la consulta en AFIP por la compra de euros haya sido electrónica, se trata de un auténtico acto administrativo. ¿Puede
usted explicarme, señora, qué información obra en las bases de datos de
la agencia de recaudación para concluir sobre mi capacidad contributiva
y denegarme la compra de moneda extranjera? Coincidirá conmigo en
que, como ciudadano, estoy en mi derecho de conocer los datos
almacenados respecto de mi persona, máxime cuando se apoya en ellos para
restringirme derechos.
2)
En mi caso, el día 21/12/2012 cobré un cheque en la sucursal Azcuénaga
del Banco Nación, librado a mi nombre por la Facultad de Derecho de la
UBA (por pudor, me reservo el monto, pero me permitía sobradamente
acceder a las cifras que requería), en concepto de subsidio. ¿Por qué razón, señora, la AFIP no me vendió la cantidad de euros equivalente al monto del cartular?
3)
Si a la AFIP le constan mis ingresos (a esta altura del año, con
aguinaldos y premios) y, además, la transacción bancaria mediante la que
se me pagó un subsidio en concepto de “ayuda para viaje” —tal como lo
indica el recibo—, pero luego la oculta en la motivación del acto
administrativo que me negó la compra de euros. ¿No considera usted, señora, que incurre la administración en desviación de poder?
4) Si no tengo capacidad contributiva para adquirir moneda extranjera, ¿no le parece contradictorio, señora, que luego me cobre un 15% más por pagar con tarjeta de crédito en el exterior, máxime si pude haberlo evitado comprando los euros?
5)
Seré curioso, señora, pero el 15% extra que me cobrará la AFIP sobre
los consumos que haya realizado en el exterior y figuren en el resumen
de mi tarjeta de crédito, ¿qué naturaleza tiene? Supongo que no
será impositiva, ¿verdad? Pues, en ese caso, usted sabe, señora, que se
viola el principio de legalidad tributaria.
6) El plus del 15% que AFIP me cobrará por contratar bienes y servicios en el extranjero con tarjeta de crédito, ¿en concepto de qué es y cuál es la contraprestación? Si no la tiene, señora, ¿no constituye un auténtico enriquecimiento sin causa por parte del Estado?
7)
Quienes defienden esta medida sostienen que o es el “cepo cambiario” o
es el ajuste. Lo primero que se pone de manifiesto, señora, es que la
están contradiciendo. Hay “cepo cambiario”. Lo segundo, es que no
alcanza a distinguirse que el ajuste no se efectivice de todos modos;
principalmente a través de la inflación, la que usted se empeña en
negar. En cualquier caso, señora, seguramente se lo han preguntado
muchas veces ya: la inflación, ¿es la que marca el INDEC? Y si no es así y supera los 25 puntos, ¿cuándo explota todo, conforme la escuchamos profetizar desde Harvard?
8) En mi caso, la restricción cambiaria que usted defiende, afectó la libertad de aprender. Lo que quiero saber, señora, es: aprender, ¿es un derecho humano?
9)
La posibilidad de capacitarse, y de hacerlo en instituciones de
excelencia, habilita luego la replicación en los procesos de
enseñanza-aprendizaje de nuestras universidades. ¿No le parece, señora, que es una oportunidad que merece ser aprovechada?
10) Por último, señora (y créame que tendría más, muchísimas más, para preguntarle), ¿por
qué interviene en el mercado oficial de divisas y hace “la vista gorda”
—por decirlo de algún modo— ante las cuantiosas sumas de dinero que, a
diario, cotizan en el mercado paralelo? Si usted, señora, legitima
la duplicación de mercado, aporta un inmejorable sustrato material para
argumentar, con fuerte capacidad de persuasión, que usted tiene un doble
discurso. De otra forma, ¿por qué razón, señora, no desmantela el
negocio de los que compran y venden euros, dólares, reales, a escasos
metros de su despacho?
Finalmente
ocurre, señora, que yo no voy a comprar “euro blue”. ¿Sabe por qué?
Porque es delito, señora, por eso, porque es delito y no voy a delinquir
para oponerme a su autoritarismo.
Y
entiéndaseme bien: no voy a cortar el hilo por lo más delgado cargando
contra el ciudadano que quiere descansar durante quince días al año y se
encuentra con que no le venden moneda extranjera. De ninguna manera. La
que desprecia la legalidad, tal vez por considerarla un producto
burgués, es usted, señora.
Por
otra parte, esa estrategia, señora, la de ocupar todo el espacio (tal
como lo enuncia claramente su lema: “vamos por todo”), incluso al filo
de la ilegalidad, le permite “eliminar las alternativas”, pues ¿qué opciones le quedan a quienes quieren “jugar” límpidamente en el sistema? Si
se pasa a la ilegalidad (y de eso la gente que la rodea sabe mucho) se
acaba por convalidar una metodología como la suya, apoyada en la
confusión estado-gobierno-partido.
Sin embargo, a pesar de que pueda sonar animado, debo decir que, por momentos, ha logrado quebrarme, señora. Tanto es así, que he decidido adelantar mi vuelta por obvias razones:
con las tarjetas de crédito puedo extraer dinero en efectivo de los
cajeros automáticos, pero sólo hasta un 20 % de mi límite crediticio y
abonándole a usted el plus del 15%. De modo que estaré en la Argentina
una semana antes de lo previsto, pero honrando todos y cada uno de mis
compromisos aquí; de hecho, como puede ver, le escribo desde Bolonia,
pues he dado hoy una conferencia en la Universidad de San Marino.
Quédese tranquila, señora, haré mi mejor esfuerzo para que mi país esté
dignamente representado.
Sinceramente
espero no haberla distraído de sus quehaceres, señora; sólo me resta
augurarle éxitos en su singular responsabilidad, toda vez que su suerte
es la mía y la de un país que tiene conciencia, clara y distinta, de que
una democracia sin república se vuelve demagogia.
Atentamente.
(Especial para Tribuna de Periodistas)