Hablar, pensar y sentir sobre las ausencias es también hacerlo sobre las presencias. No en un sentido antagónico, sino en paralelo. Ausencias y presencias van juntas. Si se percibe la existencia de una ausencia, es porque está presente en nosotros. Puede ser en pensamientos, sentimientos, consecuencias que se viven en el presente sobre lo que no está más entre nosotros. Objetos, situaciones, personas, mascotas, otros seres vivos, la sociedad y cómo nos afecta todo ello en cada momento de nuestra existencia.
La vida no tiene sentido sin el resto. Nosotros nada somos sin todo lo que nos rodea y por eso, las ausencias, siempre duelen. Y se hacen presentes en nuestros sentidos, sobre todo, cuando nos planteamos nuestra propia vida presente que es el resultado del pasado. Y por ello, lo que tuvimos influye tanto en nuestro vivir de cada día de este presente tan doloroso. Porque hay ausencias que duelen y mucho cuando se toma conciencia de lo importantes que han sido en nuestro pasado.
Siempre he dicho que a un ser querido que ya no está físicamente con nosotros hay que recordarlo con alegría repasando los momentos lindos que hemos vivido con nuestros padres, tíos, abuelos, perritos, gatitos, etc. De esa manera, la ausencia se transforma en cierta presencia y ellos viven con nosotros. Mientras los recordemos, estarán vivos de una forma u otra haciendo más soportable el duelo eterno del dolor por su ausencia física.
También duele –y mucho– la ausencia de aquello que no hemos conseguido obtener como objeto o vivir junto a otras personas. Podremos lamentarnos eternamente de lo que no hemos hecho. Pero por eso es que debemos siempre tener en claro lo siguiente: Nuestras decisiones ya tomadas no producen consecuencias únicas porque también están las decisiones tomadas por otras personas que han tenido consecuencias en nuestra vida. Es el ir y venir de una constante y abundante cantidad de variables que se entrelazan para formar nuestros presentes. Esas decisiones tomadas por nosotros y por otras personas pueden alegrarnos o entristecernos.
Cuando estamos llegando al fin de nuestras vidas nos ponemos muy ansiosos por dejarles como enseñanzas nuestras experiencias a nuestros hijos. Y nos duele cuando no escuchan. No me preocupa el que no nos hagan caso; lo que preocupa es que ni quieren escuchar. Porque si escuchasen, al menos tendrán más datos e información para que ellos tomen mejores decisiones.
La escuela, por ejemplo, sirve para muchas cosas. Una muy importante es preservar el conocimiento que la humanidad ha logrado tener sobre muchas cuestiones y evitar que cada generación tenga que reinventarlas.
Es un gran problema el que en la actualidad haya movimientos de pensamiento que denigren al conocimiento porque eso nos llevará al estancamiento de la evolución humana en lo ético, moral, cultural, tecnológico y científico. Y peor aún, nos arrastraría hacia atrás, a la involución. Nos llevaría a la barbarie, a la ley de la selva.
No se puede obviar el avance logrado en ciencia, en la resolución de problemas biológicos, políticos, económicos y tantos otros. Pero es lo que está sucediendo. Y por eso observo que las ausencias son cada día mayores y producen dolores mucho más fuertes que los sentidos por nuestros antepasados. Ellos no han tenido tantas ausencias como las que estamos teniendo nosotros.
Una ausencia atroz, demoledora es la del tener sentido común para analizar y revolver situaciones que se nos van presentando. Hoy es el menos común de los sentidos. Todo ha sido relativizado. Todo es válido. Y en eso radica el mayor peligro porque hace que las nuevas generaciones rechacen las enseñanzas sobre los conocimientos que a la humanidad le costó miles de años obtener. Y es una falta de respeto hacia la gente que más ha sufrido en esa escuela llamada pasado.
Por ejemplo, hoy se obvian los conocimientos sobre ciencia política a un nivel catastrófico en el que se llega a rechazar al sistema democrático y la organización republicana. Se convalidan prácticas abusivas del poder, ideologías totalitarias y hasta se justifica la corrupción de funcionarios públicos por parte de millones de personas que en las elecciones los votan una y otra vez. Y en economía se ha llegado al punto de que la gente apoya decisiones que jamás tomaría en su propia economía doméstica porque sabe que eso sería una locura.
Son ausencias muy graves y muy grandes. Docentes que no saben ni lo que tienen que enseñar o que no reciben en forma crítica las pésimas decisiones tomadas por los políticos. Y si esos políticos son del partido al que adhieren, entonces repiten barbaridades inconcebibles en las aulas haciendo politiquería barata con las nuevas generaciones. Sí, docentes que no van a las escuelas a enseñar porque no saben, van a “militar”, a ideologizar. Y así todo se va degradando. Hasta las mentiras en la Historia son tomadas como si fuesen verdades y no toman en cuenta que están en abierta contradicción con los hechos y documentos que demuestran todo lo contrario. O en biología; ¿cómo puede ser que en el Siglo XXI el mundo ha entrado en una locura descomunal por el covid-19? ¿Acaso no se enseñó en las escuelas qué es un virus, que los virus siempre existieron y que mutan permanentemente? La gente aceptó bestialidades descomunales como el darse supuestas vacunas que no tienen el mínimo de información sobre ellas. Me encontré con gente que, en general, no tenía idea de cómo se investiga y desarrolla una vacuna. Eso yo lo aprendí en primaria y lo profundicé en la secundaria. ¿Y ahora por qué hay tanta ignorancia sobre estas cuestiones que son tan básicas?
Muchas ausencias que nos hacen retroceder muchos pasos. La humanidad se está degradando a una velocidad exorbitante y en un nivel muy pocas veces imaginado por los grandes pensadores. Y los que nos avisaron que algunas de las cosas que están pasando sucederían, son poco conocidos porque la gente tiene poca lectura a cuestas. Mucha ignorancia sobre cuestiones básicas. Eso demuestra la degradación y se ve en las locuras que se dicen y hacen… En los disparates que aparecen en discusiones e intercambios realizados en espacios públicos y privados. Es más, hasta hay profesionales y reputados personajes del supuesto saber que han apoyado locuras indescriptibles.
Más ausencias. Más presencias que algunos ven y se horrorizan al darse cuenta de lo que está pasando. Pero si lo dicen y exteriorizan reciben agresiones del resto de la gente. Por eso es que cada vez hay más presencias ausentes y eso significa que hay gente que prefiere aislarse del resto porque no encaja en la barbarie. Se da cuenta de lo que pasa y por eso es apartado por el resto. O se aparta uno mismo al no poder enfrentar tantas ausencias que hacen doler en el siempre presente alma. O, peor, advertir, decir, explicar para que del otro lado no se quiera escuchar porque muchos prefieren la comodidad del “pensamiento mágico” y los relatos mitómanos. ¿Será porque la verdad les duele mucho? Esas verdades son ausencias que nunca se llenarán al tomar actitudes que buscan presencias mentirosas. O presencias autoritarias. O presencias de un “papá” o “mamá” Estado que le solucione los problemas en vez de levantarse, juntar esas ausencias y comenzar a buscar el conocimiento presente pero cada vez más ausente.
Los duelos siempre están presentes. Algunas personas pueden ocultarlos y no procesarlos. Otras, pueden hacerse los superados y decir que ya los dejaron atrás. Ambas eligen esconderlos, guardarlos, taparlos porque, en realidad, los duelos siempre están. La pérdida de seres queridos siempre estará presente aunque se oculten los dolores y las ausencias. Y con el tiempo se podrá apreciar que esconder el dolor no es sano. Exteriorizarlo, permitirse sufrir, extrañar, llorar nos reafirma como seres humanos con sentimientos, nos ayuda a reconocernos y tener presentes a nuestras ausencias que siempre serán parte de nosotros.
Federico Martín Maglio, agosto de 2023
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