Otro aniversario de nuestra independencia. Otro año más discutiendo qué modelo de país construiremos.
Estamos divididos, como casi siempre lo hemos estado. Discutiendo y peleándonos entre todos. Unos tienen el poder de decisión, otros confabulan para que le vaya mal... Nos agredimos, nos insultamos, nos atacamos.
Todo el tiempo la violencia está presente. Una violencia cobarde, esa que solo envía al frente a militantes por 2 pesos y los dueños del poder del dinero... detrás de las sombras. Un país en donde hay gente que todavía no entiende que un acto patrio es de todos y para todos; atacar e insultar en un acto por la independencia es un sacrilegio no solo contra todos los argentinos... También contra nuestros ancestros, esos que soñaron una patria y dieron su vida para que, hasta hoy mismo, muchos que dicen ser argentinos la destruyan, la roben día a día y nos roben las esperanzas de estar construyendo un futuro bueno para nuestros hijos y nietos.
Un país sin un rumbo concreto, sin construcción de consensos. Donde discutimos hasta cuestiones que son de la escuela secundaria porque todavía no las aprendieron muchos compatriotas. 2+2 es igual a 4, pero muchos no lo saben y violentan la verdad con un 5, violentan la ciencia, la paz, la democracia, y hacen de la ausencia de justicia un escondite para los delincuentes, ladrones, estafadores y asesinos de toda laya.
El pueblo deposita en sus representantes la labor de hacer cumplir la Constitución Nacional. Pero la calidad de los elegidos depende de la calidad de los electores. Y con ignorancia no se pude discernir bien y se cae en el desastre. Gobernar y saber delegar depende de no ser ignorantes, requiere educación y ciencia.
Somos tan necios que ni siquiera aprendemos de lo que vivimos; encima, en vez de aprender del mundo, lo denigramos y nos creemos los mejores en todo. Falso orgullo, típico orgullo de los ignorantes.
Juan Bautista Alberdi, en el siglo XIX, lo dijo muy clarito...
"Los argentinos hemos sido ociosos por derecho y holgazanes legalmente. Se nos alentó a consumir sin producir. Nuestras ciudades capitales son escuelas de vagancia, de quienes se desparraman por el resto del territorio después de haberse educado entre las fiestas, la jarana y la disipación. Nuestro pueblo no carece de alimentos sino de educación y por eso tenemos pauperismo mental. En realidad nuestro pueblo argentino se muere de hambre de instrucción, de sed de saber, de pobreza de conocimientos prácticos y de ignorancia en el arte de hacer bien las cosas. Sobre todo se muere de pereza, es decir de abundancia. Quieren pan sin trabajo, viven del maná del Estado y eso les mantiene desnudos, ignorantes y esclavos de su propia condición. El origen de la riqueza son el trabajo y el capital, ¿qué duda cabe de que la ociosidad es el manantial de la miseria? La ociosidad es el gran enemigo del pueblo en las provincias argentinas. Es preciso marcarla de infamia: ella engendra la miseria y el atraso mental de los cuales surgen los tiranos y la guerra civil que serían imposibles en medio del progreso y la mejora del pueblo”.
¿Actual? Y claro, si nada hemos aprendido en más de 200 años desde que se declaró la independencia.
Julio... Mes de la patria. Ya van varios días que está lloviendo y en lo que resta del mes, muchos más lloverá. Seguramente el cielo esté llorando por la patria que soñó Belgrano, Moreno y tantos otros que dieron todo, hasta lo que no tenían por un país de verdad y que todavía no somos. El cielo llora por la patria que no hemos supido conseguir. El cielo llora porque muchos hermanos se pelean y nada se puede construir.
Preámbulo de la Constitución de la Nación Argentina...
Nos los representantes del pueblo de la Nación Argentina, reunidos en Congreso General Constituyente por voluntad y elección de las provincias que la componen, en cumplimiento de pactos prexistentes, con el objeto de constituir la unión nacional, afianzar la justicia, consolidar la paz interior, proveer a la defensa común, promover el bienestar general, y asegurar los beneficios de la libertad, para nosotros, para nuestra posteridad, y para todos los hombres del mundo que quieran habitar en el suelo argentino: invocando la protección de Dios, fuente de toda razón y justicia: ordenamos, decretamos y establecemos esta Constitución, para la Nación Argentina.