Domingo Faustino Sarmiento...
Sarmiento siempre ha sido provocador de pasiones. Sus ideas fueron revolucionarias y su carácter muy confrontativo. En sus días se hizo de varios enemigos y de leales amigos.
En los últimos años su figura fue atacada por varios de sus dichos y escritos. Pero hay un problema… Se los juzga desde los estándares culturales actuales y desde una posición de falseamiento de la historia que pretende cambiar hechos del pasado para acomodar un relato presente que justifica ideas y política llevadas a cabo por determinados actores políticos.
La historia, como ciencia, no se encarga de juzgar sino de describir, entender y explicar lo que sucedió. La historia como ciencia debe respetar el tiempo histórico. Cuando hablamos de tiempo histórico significa que el historiador debe ubicarse en la época que está estudiando para entender el marco, la circunstancia del tiempo estudiado. Sus valores, sus ideas… Cómo pensaba la gente, qué valores tenía la gente, cómo se comportaba la gente y por qué lo hacía de una determinada manera.
Para entender a Sarmiento debemos adentrarnos en su época y observar qué es lo que él miraba en su presente y qué planteaba para el futuro. Solo de esta manera podremos tener una dimensión real de su importancia en la historia de Argentina y de América en general.
Miró el mundo que lo rodeaba y lo comparaba con el que se iba transformando a pasos agigantados en América del Norte y Europa occidental. Vio lo que se venía a futuro. Vio lo que teníamos. Comparó. Planteó un camino para cambiar nuestra realidad. Sí, proyectar un país hacia un futuro en desarrollo.
Por ello su descripción del drama de la Argentina de aquellos días. El campo y la ciudad. La barbarie o la civilización. Pero no barbarie como lo concebimos hoy en forma despectiva, sino como la entendían en aquellos días, barbarie como sinónimo de atraso, de pueblos sin desarrollo, de las ausencias de características esenciales para el desarrollo. Porque nuestras ciudades de entonces tampoco eran una panacea. Pero esto último, sus detractores, nunca lo tuvieron en cuenta ya que sus críticas se caerían en el hoyo más oscuro, más negro y profundo de su desconocimiento respecto de la historia como ciencia.
Cuando Sarmiento viajó a Estados Unidos vio un país con enormes extensiones de tierra, inmigración en aumento, formación de ciudadanos, respeto por las instituciones republicanas, libertades individuales que se respetaban entre los ciudadanos, desarrollo que no paraba en ningún momento, aplicación de las últimas tecnologías mundiales a la producción, ferrocarriles que se construían sin pausa y la madre de sus batallas: La educación como prioridad. Las escuelas en todos los rincones del país. También vio el problema racial, algo que en sus escritos vio como una contrariedad y que en nuestro país casi no existía, sí, al fin, una buena. Pero… ¿Y lo otro?
Porque Argentina también tenía gran cantidad de tierras para colonizar y trabajar con el fin de producir riquezas. También crecía la cantidad de inmigrantes llegados desde Europa. Pero nos faltaba lo demás. ¿Cómo construir políticas de Estado que nos den la necesaria infraestructura para tener un país moderno? ¿Cómo lograr tener un sistema político-institucional respetado por los argentinos? Construyendo ciudadanía. Y la ciudadanía se construye en las escuelas. Los ciudadanos estadounidenses mantenían sus escuelas en cada comunidad y hasta competían por tener la mejor escuela de todas. Pero en Argentina esa conciencia no existía ni siquiera en los sectores dirigentes. ¿Quién debía ocuparse, entonces, por desarrollar la educación en la Argentina? No queda otra respuesta posible que la siguiente: El Estado.
Y las enormes distancias se acercarían solo con el ferrocarril; no solo el transporte de personas, sino también para que la producción alcance los puertos y así integrarse al mundo.
Escuelas para tener educación para todos, educación popular. Ciudadanía transformando la cultura y los valores del pueblo. Ferrocarriles que debían llegar a todos los rincones del país.
En 1884 se sancionó la Ley Nacional N° 1420 de educación común, obligatoria, gratuita y laica. Así comenzó la construcción de una nueva concepción, aunque solo para la Capital Federal y territorios nacionales ya que, como vemos hoy mismo, en muchas provincias todavía no se entendió.
Con la Ley 1420 se formaron maestros y profesores; se construyeron cientos de escuelas primarias y secundarias; se formaliza un sistema educativo que fue de excelencia y ejemplo en el mundo de aquellos días. Muchos argentinos adoptaron como valor prioritario a la educación de sus hijos. El sueño de “m’hijo el dotor” se hizo realidad en miles de inmigrantes y criollos.
¿Qué decían sus adversarios, sus enemigos?
- Que eso beneficiaba a muchos extranjeros y gente de baja condición social que comenzaban a competir con los hijos de las familias más tradicionales y de “buenas costumbres”.
- Que era muy malo alterar el orden social borrando las diferencias de origen.
- Que no podía ser que haya una “escuela sin Dios”.
Sarmiento fue blanco de burlas y campañas de desprestigio por sus ideas y por sus hechos concretos.
Tales campañas fueron reeditadas en los últimos años y, qué casualidad, ¿no?, se realizaron juntamente con la sistemática destrucción de la institución escuela actual. Tal destrucción en el ideario social tiene que podemos observarla en muchos aspectos, pero resaltamos los siguientes…
- Las escuelas son permanente blando de asaltos, robos y destrucción de sus edificios y mobiliarios.
- Docentes “militantes” que no priorizan el saber sino la tergiversación.
- Docentes que al parecer no tienen ética al utilizar sus cargos solo como conchabo de trabajo y no sentir su profesión como social.
- Padres y alumnos que toman a la escuela como una molestia y solo van porque es obligatorio hacerlo.
Situación muy triste. Se ve que a muchos sectores de la sociedad les molesta enormemente que haya ciudadanos conocedores del pasado y conscientes de la realidad y del futuro; un ciudadano así no se puede mandar, no se puede llevar como a un rebaño de ovejas o vacas. Un ciudadano es libre.
Sarmiento, mal que le pese a los progresistas actuales, fue el hombre más importante creador de igualdad de oportunidades de toda la historia de la República Argentina.
Domingo Faustino Sarmiento falleció el 11 de septiembre de 1888 en la ciudad de Asunción del Paraguay. Él mismo eligió para su epitafio la siguiente frase:
"Una América toda asilo de los dioses todos con lengua, tierra y ríos y libres para todos”.