Caía la noche y la lluvia…
Estaba sobre la pared, al lado de un tacho de basura tiritando de frío. Sucio, flaco, mojado, chiquito. Su carita llena de pena me miraba de reojo… ojos muy tristes… ojos que delataban que nada tenía, que estaba solito.
Me paré frente a él y le pregunté… ¿Y tu familia? ¿Estás perdido? Seguro que tenés hambre. ¿Querés papa?
Me seguía mirando con carita triste. Me partía el alma.
Su mamá… Quizá ya no esté con él hace muchos días… Estaba con un aspecto muy descuidado.
Al ir acercándome de a poco, comencé a escuchar que estaba llorando por dentro. Desamparado, sin familia, sin amor. Tan chiquito y abandonado, sin que nadie ponga atención a su vida. A todo el amor que puede dar. Hambriento de amor. Pobrecito. Se me partía el alma.
Me seguí acercando y le acaricié la cabecita… Mi vida… Qué cosita preciosa… ¿Cómo te pudieron dejar solito?
No reaccionaba. Seguía en su desolación, en la desesperanza que se siente al haber perdido todo. La pucha si conozco yo mismo ese sentimiento. Cuando la vida te pega sin piedad y te ennegrece el horizonte. Donde no hay horizonte. Donde no hay con quién compartir la vida, ir por la vida a la par… dar amor… Nadie de quién recibir amor…
Entré al almacén de al lado y le compré comida. Extendí mi mano con ella… Solo me miraba… De costado… Con el alma partida en mil pedazos le acerqué aún más la comida a su boca con una mano mientras con la otra le volvía a acariciar su cabecita.
Tomó confianza. Me lamió la mano y, despacito, comenzó a comer.
Lo llevé a mi casa hace 2 años. Desde entonces, somos familia, inseparables, compinches de alegrías mutuas. Somos amor puro. Mi perro y yo.
Esta historia, como miles de otras, parecidas, distintas… Se dan porque muchos humanos no han aprendido a respetar a los perros… Tampoco a los propios humanos. Los perros fueron domesticados en la prehistoria de la humanidad y desde entonces ellos siempre han dependido de nosotros. Si los abandonamos, ellos se pierden.
Prestemos atención a esos perritos de la calle… Miremos sus caritas… Mirémonos dentro de nosotros mismos…
El perro es uno de los animales domésticos más antiguos del mundo y el mejor amigo del ser humano, además, bien cuidado y amaestrado es capaz de salvar vidas, proteger personas y bienes, detectar delitos y desastres. Sin los perros miles de personas hubieran perdido la vida, pero es que además los perros son el compañero fiel que aman los niños, los ancianos, los enfermos, los discapacitados y todas aquellas personas que precisan de ellos para mejorar su vida; son los ojos de un ciego.
¿Y por qué hoy comenzamos el programa con este cuento?
Simple.
Hoy, 27 de julio, se conmemora el día de los perros sin familia; sí, el Día Internacional del Perro Callejero.
Se conmemora desde el año 2008 a partir de la iniciativa de un estudiante chileno, Ignacio Gac, quien propuso por redes sociales su creación. Hoy se conmemora en varios países de latinoamérica y de Europa.
Gac eligió un día del mes de julio porque, en los países que en esta época viven el invierno, el frío expone a los animales a más enfermedades y sufrimiento.
Prestemos atención a esos perritos de la calle… Miremos sus caritas… Mirémonos dentro de nosotros mismos… Si ellos están abandonados, nosotros, los humanos, estamos perdidos y no sabemos encontrar a un verdadero compañero. Alguien que nunca te va a traicionar y siempre te brindará lo mejor de sí.
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